martes, 26 de mayo de 2009

Las elecciones europeas. Por Arthur stone.

El desierto había estado silencioso durante una decáda, ni un solo ruido, ni siquiera un minúsculo dáctil había caído desde las indolentes palmeras y los beduinos comenzaban a preocuparse.
No muy lejos de allí, en el enorme palacio probablemente de algún jeque los pajes, sin poder evitar la gracia de sus levitas, nos miraban torciendo el gesto y pasaban sin resultados las bandejas de los canapés.
_¡Qué aburrimiento! gritaban a dúo las señoritas casaderas que se habían puesto monas para estar muy formales en aquel evento festivo.
Los más escépticos culpaban a la crisis de la falta de entusiasmo de los músicos y del lúgubre aire del cantante.
Yo sin saber por qué buscaba algún tipo de peligro para sentirme vivo, y paseaba por donde alguien hizo un ensayo nuclear, como un ser extravagante con un pantalón mojado que apestaba a humedad.
Mi chica más sensible, se preocupaba de los trabajadores y lucía una pancarta reivindicativa.
Mientras tanto las multinacionales financiaban en otro sitio la representación de alguna tragedia griega a la que nadie había asistido.
Pero lo curioso era, que eso no iba a durar mucho, por que a lo lejos, en lotananza, ya se podía ver la enorme cantidad de promesas que podían desprenderse del mago y de su séquito.
Traían con ellos los más bellos crímenes, la publicidad, los coches, las guerras, los genocidos, el racismo, los escándalos políticos, las nuevas enfermedades, y el serio proposito de entrenernos con los males de nuestros semejantes, de la estadística, y por estar siempre denostando a su rival quizá sin la menor posibilidad de que nos importe un pimiento.

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