jueves, 21 de mayo de 2009

Incidente en el paraiso. Por Arthur stone.

Tú habías vuelto a franquear la puerta del placer.
Nada me hacía pensar que pudiera admirarte, sentir por ti una coincidencia sincera, o creer en ti como en una reina, más bien algún desaforado instinto animal, porque no ignoraba el tipo de personaje que eras, ni mucho menos era tan estúpido para compartir contigo grandes esperanzas. Ambos conocíamos los beneficios de la marihuana, la llamada del whisky con coca cola, y tu atractivo consistía en unos bellos ojos marrones, una sensibilidad extrema y un cuerpo bastante apetecible para el sexo, esos peligrosos y con muchas curvas.
Cómo un juego a veces me pedías que te impresionara con mis regalos antes de mostrarte agradecida.
Por entonces no pasábamos demasiado tiempo juntos y a veces nos quitábamos la ropa en mitad de la calle.
Tú habías vuelto a volverme loco y ya era demasiado tarde...
Eras linda, pero ni siquiera podría considerarse que fueras un modelo de belleza.
En ti se intuía un leve parecido con una mujer más perfecta y lejana, que existió tal vez en la raza humana, en otro tiempo o en otro lugar,y cuyo recuerdo te daba cierto aire familiar y voluptuoso.
En poco tiempo representabas en mi mente un símbolo de las bajas pasiones, aunque muy placenteras, fiestas de la carne, orgías de la naturaleza, odaliscas entremezacladas con las carencias en otras épocas del amor que te habían conferido un cierto sabor maldito y prohibido.
Yo celebraba el mal porque cada vez me gustabas más, y follar contigo se había convertido en una necesidad que justificaba todas las otras comparaciones innecesarias.
Ya reconocía tu cuerpo con un tacto cartográfico.
Te gustaba hacerlo en lugares públicos y a veces el morbo consistía en saberte caliente, en mostrarte como una buena bacante...
¡Parece mentira que hoy me llames para decirme que estás enamorada de otro!
Después tuve que dejarte, precisamente cuando ya era tu más fiel esclavo, adicto a tu piel, me habías llevado contigo a las cimas de la lujuria, justo me quedé sin ti cuando poco importaban ya el resto del mundo, la lluvia, los requeridos accesos de la tristeza o los avisos de la razón.

2 comentarios:

  1. Me ha seducido mucho l idea de una mujer perfecta reflejada o recordad en la amada de tu cuento. Muy certero en tu frases, y muy delicado en las formas.

    Gracias.

    ResponderEliminar
  2. La dichosa arcadia....cuán gritan esos malditos...

    ResponderEliminar