A menudo, en sueños, una criatura cruel y desconocida, sin previo aviso me visita.
Lentamente me desnuda, con su frias miradas que son como cuchillos, dándome besos que parecen mordiscos o caricias a las que no puedo poner oposición y quedan marcadas , atroces , como recuerdos del fuego sobre mi espalda inocente.
Sus cabellos rojizos me acarician mientras chupa mi verga,
y las ropas a medio quitar quedan colgando.
Yo adoro su forma, y miro sus senos erizados mientras toco su sexo.
Ella solo viene por el placer y por eso me hace abandonar al resto del mundo.
Es cierto que yo no la amo y no me importa, pero cuando entra dentro de mi, sus pasiones me dirigen como si yo fuera su reino, y como a un juguete me goza y me destruye.
Es difícil llevar una vida normal pensando que ella me tome en cualquier momento, por ejemplo cuando tengo otra tarea.
Yo trato de resistirme, pero al final no puedo negarme, abrumado por el miedo, intento que los demás no nos vean, ni oigan nuestro íntimo secreto.
Ella es la idea, la imagen de la que se viste la carne, el vigor y el exceso, y mide con tus ojos la voluptuosidad que soportan los párpados en la noche de los tiempos.
Luego se marcha y me despierto con la mujer auténtica que me la recuerda sobre las sábanas mojadas.
El ciclo del agua
Hace 5 años