miércoles, 3 de junio de 2009

Telegrama hacia ninguna parte. Por Arthur stone.

Había tenido una infancia tormentosa y la desgracia de ser huérfano y después siendo educado por sus tíos sufrió con creces los efectos de la hipócrita moral imperante en la sociedad capitalista. STOP.
Su corazón herido buscó entre la basura una verdad alternativa, y casi murió persiguiéndola. STOP.
Halló entre las sombras chinescas de los callejones una belleza efímera en la nada del mundo y los mensajes de la muerte. STOP.
No encontraba nada en lo que creer. No encontraba nadie a quien admirar. Tuvo mucha fiebre, contrajo la ebriedad de Rimbaud, luego saltó, bailó y gritó. STOP.
Sus rasgos convergieron con la monstruosidad, porque era alguien auténtico y sin barreras morales, eliminada cualquier mentira dejó salir el mal. STOP.
Entonces el mito había nacido, él se había convertido en su propio enemigo. STOP.
Le llamaron las voces de la debacle y las heridas de la irresponsabilidad. STOP.
Al final descubrió que la vida era una broma y se compró una casa y un coche. STOP.
Confiado en el refugio que la ternura le ofreció, estuvo apunto de ser igual de falso que los que tanto odiaba. STOP.

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